lunes, 20 de febrero de 2012

La melodía sonó en aquel momento inesperado.

Y pensando que la esperanza por fin se aferró a mi destino aquel día todo mi castillo se derrumbó bajo lágrimas sin brillo, cayendo los cimientos como almas en pena, tormentas sin fin, gritos de relámpagos rabiosos por aquel desastroso camino que me conducía al vació interior.
Pequeñas hojas caídas de los arboles pasaban mezcladas con la brisa aquel día de otoño frente a mi rostro, la risa en los malos días se convirtió en oro y las desilusiones pasaron a ser mi día a día. 

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